Una nueva entrega de Quentin Tarantino. Su cine solo puede ser amado u odiado. No deja indiferente. Yo caigo del lado de los que lo aborrecemos. Cuando voy al cine quiero que me cuenten una historia. Claro que quiero que me la cuenten «bien» (y en eso es indudable que Tarantino es un maestro), pero por «bien» entiendo también un guión rico, con matices, entretenido, que te genere «cosas».
Esta película solo me generó «cosas» en la parte especialidad de la casa, la violencia. Gratuita como casi siempre en Tarantino.
No sabría resumir estar película en una frase. Algo así como «la decadencia de un actor en el Hollywood de los 60-70 acompañado de su doble». Y ya está.
Perdí 2 horas y media de mi vida, pero me reafirmó el no volver a ver a quien tantas veces ya me ha defraudado.
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