Una película dura. Un puñetazo de realidad presentada de una forma íntima. Te remueve. Es difícil encontrarte una película que te incomode tanto y, como mínimo, te haga replantearte muchas cosas.

Tuve la gran suerte de verla en el preestreno en una sala de Barcelona (Cines Girona) muy acogedor y la experiencia fue inolvidable.

A nivel estético, han conseguido absorber la atmósfera que rodea a los sin techo de una forma casi romántica. No lo endulzan, pero te sientes atraído y te sorprendes a ti mismo con una comprensión que ni siquiera te habías planteado. Cada toma, cada pasaje, cada escena está pensada desde el respeto más profundo a la historia, pero con un ánimo de tratarlo con el máximo cariño posible.

Eso sí, en el camino de vuelta me encontré a mí mismo criticándome por todos los prejuicios que me había construido.

No es recomendable verla, es obligatoria. Una experiencia única que te costará volver a experimentar en cines.

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